-Bueno
- Hola! ¿Cielo?
- Si...
Su voz del otro lado de la línea me parecía tan familiar y tan lejana, no atine a decir más sólo lo escuche, mientras mil recuerdos vinieron a mi mente. Parecía mi memoria un rompecabezas sin completar, un libro cerrado hacia mucho tiempo. Y en un segundo sucedió, retorné al pasado, por un minuto me sentí niña otra vez, con esa mirada limpia como el horizonte donde me pierdo por horas.
Recordé a mi abuelo con su rostro dulce, sentado en su sillón favorito, diciéndome : “ven cielo, ven mi niña, siéntate aquí junto a mi” oyendo como me contaba las más bellas historias que jamás volví a escuchar; mientras Lucas, el gato de la casa, juguetón ronroneaba sintiendo mis caricias en su lomo aterciopelado.
Me pareció ver de nuevo la merienda dispuesta en la mesa, en esa mesa larga de mantel blanco de encaje y flores, con sillas enormes donde mis pies colgaban. -¡Donas y leche fría para mi niña!- decía mi abuelo y con sus ojitos tiernos me sonreía, mientras yo aguardaba mi momento favorito del día... verlo llegar.
Esperaba oír el ruido de las llaves en la cerradura, y ver aparecer su silueta que aún en la penumbra de la vieja sala sabía distinguir. Sentía su aroma inconfundible, y sus brazos extendidos esperándome mientras yo corría a su encuentro saltando de alegría: ¡has llegado! ¡estás aquí!.
Tantos recuerdos que hoy desempolvo su voz, esa voz que no borró de mi corazón la ausencia. Hoy lo escuche de nuevo, hoy volvió.
- Perdóname,
han pasado muchos años, quería buscarte pero tenía miedo... y ...
- ¡Estás aquí!
sabía que regresarías... siempre te espere.
Te extrañé papá.