Igual que todos los días lo vi en mi paseo matinal por aquel parque circundado por encinos y cedros. Junto a una banca, resguardado en la sombra de un viejo árbol, estaba él, en aquella silla de ruedas desgastadas, con una manta en sus rodillas y con esa tranquilidad en la mirada que hace mucho yo no sentía. Parecía tan frágil que no podía evitar el impulso de querer ayudarle en algo, lo que fuera que pudiera hacer por él, lo haría.
Cambié el trayecto de mi carrera y en vez de seguir de largo aparentando indiferencia como los demás, que pasaban sin mirarle siquiera, me detuve y me senté cerca.
Él estaba absorto en el vuelo de una mariposa que majestuosa volaba a su lado, iba y venía como una flor mecida por el viento. Así pasaron algunos minutos, hasta que sus ojos se encontraron con los míos. Me sonrió y su blanca sonrisa me dió la confianza suficiente para acercarme un poco más.
¿Me puedes hacer un favor?-dijo, pausadamente.
-¡Claro! - respondí sin pensarlo demasiado.
-Mueve tu mano ¿sí?- Extrañada pero sin replicar hice lo que me pedía, mientras, él prosiguió:
Siente cada uno de tus dedos, ve la magnífica forma que hay en ellos, tan independientes uno del otro y al mismo tiempo unidos, haciendo el conjunto más perfecto que te hacen dueña de tu libertad, ¿lo sientes? el aire se cuela entre cada espacio. Siente el terciopelo del pétalo de esa flor que crece aquí, ahora y que parece reaccionar ante tu calor. Muévelos y observa que como alas de mariposa son bellos, fuertes… creadores.
Siente la energía que esta en todo tu cuerpo, la fuerza de tus piernas, de tus pasos que te llevarían hasta el fin del mundo si tú lo quisieras, que te pueden hacer correr y llegar lejos, que te permiten sentir el césped mojado rozando cada molécula de ti y aprisionar la tierra para que la semilla fértil, recién llegada, germine y nazca. ¿Lo sientes? cada músculo que se mueve en ti es VIDA.
Tu mano apretando otra mano…tus dedos sintiendo la seda de una piel, tus pies que te llevan a cualquier parte que desees. Todo en ti es PERFECTO pero siempre lo más cotidiano, lo que parece tan sencillo nos hace olvidar lo MARAVILLOSO que es cada movimiento. Un hermoso privilegio del cual yo no soy dueño.
Lo mire sin decir nada… un nudo en la garganta no me dejó pronunciar palabra alguna, mientras mis manos continuaban moviéndose al compás del viento, él se mostraba absolutamente feliz sin perder detalle de la danza de mis dedos.
Esta mañana yo quería ayudarle y sin saberlo…
él me ha ayudado a mí.