"Te amo mucho, amo lo que eres, amo como te ves, amo tu cuerpo, amo tu entorno, amo el placer que me das en las ilícitas ocasiones en que te he poseído"
Ella apresuró sus pasos, la tarde era fría con color a otoño, después de mucho tiempo de no verlo por fin lo encontraría.
Arribó a la estación de tren, él aún no llegaba. Se sentó impaciente en una banca sintiendo correr lentamente los minutos. A su lado una señora de avanzada edad tejía con delicadeza una madeja de estambre, con experiencia parecía entrelazar en sus manos días de vida y añoranza... también esperaba. No paso mucho tiempo cuando un hombre de cabello blanco y la ternura dibujada en las marcas que dejan los años se acercó a la señora, con un saludo cálido le dio su brazo como apoyo y así se alejaron. Ella pensó si algún día se vería así junto a él, venciendo el tiempo y esperándolo siempre con los brazos llenos de tanto amor.
De pronto su corazón latió aceleradamente a lo lejos lo vio, distinguió su silueta, era él. Lo miró fijo, profundamente y él le sonrió con esa sonrisa inolvidable que le iluminaba el alma. La abrazó, ella apoyó la cabeza en su pecho escuchando el latir de ese corazón que adoraba tanto.
Caminaron, irían a tomar un café... que más daba si ya estaban juntos. Ella temblaba en sus brazos, él la protegía. Eran tan pocas las oportunidades para verse y tanto el amor que sentían. La tomó de la cintura y la besó con pasión, en un beso anhelado, prohibido, que esperó mil lunas e hizo ese momento perpetuo, tatuando dos corazones que no debían experimentar aquel incontenible sentimiento.
Había tanto por decirle, tanto por amarle y sin embargo sólo un par de horas pudieron robarle al día. No había tiempo, no había espacio, era una locura amarse pero lo hacían.
Era tarde, el momento de decir adiós llegó, él tomó sus manos con la promesa de volverle a ver, ella lo abrazó sabiendo que no sería así, que aunque su corazón quedaba con él, ya el camino estaba trazado. Lo miró fijo, profundamente y él le sonrió con esa sonrisa que le iluminaba el alma. Él besó su frente y ella contuvo el llanto. Aquel momento quedaría eterno en su memoria sabiendo que su vida no le pertenecía, sabiendo que era imposible amar como le amaba, sabiendo que era quizá ... el último adiós.